“Se suicidaron más ex combatientes que todos los muertos que hubo en la guerra de las Malvinas”

El Penélope era una goleta de madera que fue ocupada en tareas de rescate y transporte durante la guerra de las Malvinas, conflicto que libraron Argentina y el Reino Unido en el otoño de 1982. Uno de sus jóvenes tripulantes era Roberto Herrscher, quien en el 2006 lanzó un libro –“Los viajes del Penélope”- donde se funde el periodismo y sus propios recuerdos. Los que ocurrió hace más de veinticinco años en las también llamadas islas Falklands era –y es- un tema peliagudo que pulula como fantasma maldito en la sociedad trasandina.

– ¿Costó que los argentinos se atrevieran a hablar sobre Las Malvinas?

“Yo tardé mucho tiempo en elaborar de esta manera lo que yo viví. No sólo hay ex combatientes que están silenciosos, sino que hay muchos que están muy mal y para quienes la posguerra fue pero que la guerra. Hay un dato terrible: en estos 25 años, se suicidaron más ex combatientes que todos los muertos que hubo en la guerra”.

¿Por qué esta demora?

“Creo que pasa en todas la guerras: hay un tipo de cosas que se cuenta apenas termina la guerra, pero la posibilidad de elaborarlo, de saber qué es lo que le pasó a uno, donde fueron setenta días de locura y después pasas 25 años tratando de entender qué pasó. Yo no sabría explicar por qué tarde 25 años en empezar a escribir, a entender qué es lo que quería escribir”.

– Llama la atención que los argentinos no hablen de algún tema…

“Muchas veces el que habla de todo, con sus propias palabras está ahogando aquello de lo que no quiere o no puede hablar. Todos conocemos gente que tiene un costado de su vida, del cual no puede hablar, y se la pasa hablando de otras cosas”.

– Hablabas en una entrevista que el fin de este libro era exorcizar los fantasmas, ¿cuán exorcizados están ahora?

“En la presentación del libro, dije que yo estaba tranquilo. No sé si en algún momento futuro me agarrará alguna locura. Y evidentemente no todos los que pasamos por una experiencia como esta tuvieron la necesidad de contarla en un libro. En mi caso concreto se juntan que soy periodista y que soy escritor. Lo que no quería era que no fuera sólo mi necesidad de sacarlo, sino que le sirviera y le resultara útil e interesante a otros”.

– Kapuscinski decía que muy pocos periodistas escriben cosas que le pasan a ellos, que siempre escribimos cosas que le pasan a otros. ¿Es muy complicado contar desde la propia experiencia y no caer hacer un mero relato de algo que se está mirando?

“A mí me gusta mucho como Kapuscinski se fue acercando a su propia experiencia, a su propia infancia y juventud; pero yo creo que no siempre es bueno escribir sobre nosotros mismos. Si estamos en una búsqueda personal que redunde en un producto periodísticamente relevante, entonces vale la pena; si es un mero ejercicio de autojustificación o de onanismo intelectual, no tiene mayor valor. Yo intenté, desde el periodista que entrevistó a mucha gente y que tiene 44 años y que soy yo, entrevistar al muchacho de 19 años que fue a la guerra que era yo, y en muchos momentos me enojé muchísimo porque no era un buen entrevistado”.

– ¿Cuando estuviste en el conflicto sabías que lo tuyo era hacer periodismo?

“Yo quería ser escritor. No necesariamente periodista, me costó reconciliar mi oficio de periodista con mi vocación de escritor”.

– Pero ahí no lo viste como una historia que contar…

“No, de hecho cuando volví, empecé a estudiar sociología. Yo no quería contar, yo quería explicar, yo quería entender. Por eso, las primeras cosas que escribí sobre la guerra hablaban desde las experiencias del combatiente típico que estuvo en un pozo y que estuvo en contacto directo; no escribí nada de toda esta experiencia del barco. Tardé mucho en darme cuenta que lo que tenía que hacer era contar mi historia. Yo claramente no estaba como un corresponsal desde mí mismo”.

– Has hablado de que prefieres la mirada parcial, ante una mirada total. ¿Crees que el público está ávido de estas miradas parciales?

“Cualquier experiencia que se vive desde adentro es siempre parcial. A mí me gustaba la posibilidad de transmitirle al lector no sólo el horror de la guerra, sino la confusión, la falta de información, el estar perdido como está cualquier soldado en cualquier guerra, y en ese sentido la mirada del general que está con todas las pantallas, también es parcial. El vuelo de pájaro que lo mira todo desde arriba, ve el bosque pero no ve los árboles; siempre te perdés algo”.

– ¿No crees que el periodismo pretende contar todo y debería haber un trato más sensato con el lector o espectador y decirle que sólo es una mirada parcial?

“Sí, pues en lo que realmente creo es en la honestidad. Se debe decir al lector ‘yo puedo contar esto, estas son mis limitaciones’. Creo que lo que no funciona es prometer una cosa y poner otra. Pecaría de incompleto si dijera que este es el gran libro de las Malvinas, lo que ciertamente no es”.

– ¿Qué te parecen las coberturas de las guerras actuales? ¿Crees que con el actual bombardeo de información se puede entenderlas, conocer los sentimientos?

“Creo que es necesario seguir el recuento de los muertos y contar las cosas que van pasando, pero si no nos metemos a tratar de entender qué pasa en la guerra de Irak no estamos comprendiendo lo que pasa allá. Ni siquiera la mayoría de los medios norteamericanos le permiten saber a su público que está pasando con sus propios soldados, mucho menos con los iraquíes. Siento que falta el meterse con la demencialidad de la experiencia de guerra; en muchos casos aquel periodista que cae como paracaidista durante algunas semanas en el conflicto no lo puede contar”.

– ¿La responsabilidad es de los medios o de los que contamos las historias?

“Hay una responsabilidad de los medios en términos de negocio, pero también existe una responsabilidad de los periodistas en cuanto a qué queremos hacer y de qué manera nos queremos meter en la realidad. Para un periodista que cuenta las bellezas y los horrores del mundo, la gente que se engancha con telenovelas, donde personas inexistentes viven historias de cartón, lo tendría que hacer pensar. Es fácil para los periodista decir tratamos de darle margaritas a los chanchos. Es nuestro deber contar de una forma atractiva lo que pensamos que la gente tiene que saber.

A veces estamos muy acostumbrados a las formas habituales de escribir, como el caballo que va sólo para la casa, nos sentamos frente a la página en blanco y las manos se van solas hacia la forma cansada de narrar, pero no es fácil escribir de una forma original. A veces uno lo busca y no lo logra.

En el primer párrafo uno está convenciendo al lector de dos cosas: que tiene guardada una buena historia, y que es uno el que se la tiene que contar, que está en buenas manos, que vos sos el cronista que estaban esperando. Entonces estarán dispuestos a seguirte”.

 

Entrevista publicada originalmente el 15 de abril de 2007, en El Observador de Viña del Mar.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*