Gracias, Alfredo

Alfredo Barría clausurando el ciclo de cine italiano en SIV, 1994.

Si bien desde niño me gustaban las películas, sólo a eso de los 15 años empecé a interesarme en aprender algo más de cine. No existía internet: el acceso a la información y a películas era limitado. Recuerdo haber tenido que viajar a Santiago para poder ver aquellos clásicos que no llegaban a la región, o buscar en bibliotecas algún libro de cine o la biografía de un gran director. Fueron las columnas de Alfredo Barría –publicadas en el Mercurio de Valparaíso o en folletos que se editaban entre el Normandie y el Cine Arte de Viña- un material precioso y de fácil lectura que me permitió profundizar los conocimientos cinematográficos.  

Aún en el colegio, en vísperas de los 100 años del cine, organicé junto a un amigo un ciclo de cine italiano. Con ayuda de la Mirella Forno conseguimos a un invitado de lujo para la clausura: el gran crítico de cine Alfredo Barría. Tras su brillante exposición, nos fuimos a almorzar al casino del colegio. Yo me sentía nervioso y no sabía cómo tratar a esta enciclopedia del séptimo arte. Sin embargo, su sencillez y simpatía hicieron que la conversación fluyera en completa normalidad. Recuerdo, entre otras cosas, que nos ofreció su ayuda y nos recomendó hacer un cine fórum con amigos. 

Tras ese primer encuentro solíamos tomarnos un café de vez en cuando. En 2010 me metí en una investigación sobre las influencias de Cesare Zavattini en el cine chileno y nuevamente pedí la ayuda de Alfredo. Con la gentileza de siempre, acudió entusiasta al sólito café y sus sugerencias e ideas fueron fundamentales para escribir el pequeño libro sobre el guionista italiano.

Nuestro último encuentro fue hace un par de años. Estaba débil y flaco por un cáncer que casi lo había matado. También estaba triste por la partida de su compañera. Sin embargo, con la afabilidad que lo caracterizaba, me contó que había encontrado un material inédito de Roberto Rossellini.  

A pesar de que nuestros encuentros eran esporádicos, extrañaré nuestros cafés. Es inevitable la sensación de desamparo cuando comprobamos que quedan menos personas con quien conversar. No me queda más que sentirme afortunado por haber sido amigo de Alfredo. Lo recordaré sonriente, culto y sencillo. Espero que ya lo estén recibiendo con honores Bergman, Kurosawa y Fellini.


El autor es doctor en derecho, académico de la Universidad Central de Chile y autor de varios libros, entre ellos, «Cine y Derecho Penal» (2019).

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