En tiempos en que dos niños han muerto en las últimas semanas de 2018 cuando intentaban llegar ilegalmente a Estados Unidos, La Travesía de Enrique (Editorial Debate) adquiere una abrumadora vigencia.
Este texto ganador del Pulitzer el 2003, pero publicado en español el 2006 con escasa repercusión en estos lares, revive el viaje de un hondureño que a los 17 años desoyó todo consejo bien intencionado y desafiando el sentido común salió a buscar a su madre, quien una década antes lo había dejado al cuidado de familiares para conseguir el dinero que permitiera educarlo. Así, tal como hacía el Marco de Edmundo de Amicis, que en el siglo pasado se plasmó en una famosa serie de dibujos animados.
A través de cientos de entrevistas, una investigación de cinco años y pasando clandestinamente oculta en trenes por las fronteras de Guatemala, México y EE.UU., la periodista Sonia Nazario entrega un relato vívido, sufrido, emotivo, descarnizado, brillante, de lo que viven anualmente cientos de miles de centroamericanos que arriesgan todo con el fin de obtener la ansiada mejor vida que promete el norte, que han conocido a oídas por familiares y de vista por la televisión.
Sin mencionarse nunca a sí misma en la historia, en 302 páginas Nazario corre riesgos para dar a conocer la vida de traficantes de drogas y de personas, de conductores de los trenes que cruzan México, de pobladores que hablan de las fechorías cometidas por algunos migrantes, de quienes les dan comida, agua y hasta trabajos, entendiendo el dolor que pasan, pero por sobre todo, imaginando las penurias que vendrán.
Aunque hayan pasado casi dos décadas desde que el hecho se investigó, hay pocos indicios en el mundo actual, de olas migratorias y cierres de fronteras, de que las cosas hayan mejorado para quienes decidieron dejarlo todo en busca de una mejor vida para ellos y sus seres amados… porque aunque triste, el relato de Enrique y su madre es una historia de amor que merece ser conocida.
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