Hace unas semanas Pablo Guede organizó un encuentro exclusivo para hinchas en el Estadio Monumental. Los participantes fueron elegidos a través de un sorteo que hizo el club a través de su página de Facebook. Lo hizo así porque el entrenador dijo que quería hablar de táctica y la prensa especializada nunca se lo permitía. Quienes fueron salieron encantados con lo que expuso.
Desde que llegó a Colo Colo el argentino tiene una relación tirante con la prensa. Él la fustiga y denuncia conspiraciones y persecuciones constantemente. Del otro lado, en los medios cada vez que pueden le recuerdan que cuando llegó a San Lorenzo de Almagro dijo en una entrevista que había dejado Chile porque acá, en Palestino, era “el puto amo”.
Más allá de que la frase suene arrogante, es un hecho que los periodistas deportivos suelen referirse internamente a Guede como un “vende humo”, un tipo de poca credibilidad. Lo que llama la atención es que cuando estaba en la tienda árabe el medio efectivamente se rendía ante la forma irreverente en que jugaba su equipo, que no se achicaba ante nadie, atacaba siempre y era efectivo. A pocos les importaba incluso que sacara a símbolos como Felipe Núñez o terminara en lugares de rezago. Palestino jugaba bien y así lo destacaban todos con justicia.
Cuando llegó a Colo Colo, Guede intentó plasmar la filosofía que lo hizo famoso. Pero no pudo. Su equipo mostró dificultades para derribar a rivales defensivos y se encontró con un plantel al que le costaba presionar de manera constante, como él se lo imaginaba.
Su primera etapa lo enemistó con una hinchada sedienta de triunfos, que no se conformaba con una Copa Chile ni con vencer a la U cada vez que la enfrentó, sino que quiere a su equipo ganando siempre, en todo lugar y en toda circunstancia. Peor se puso la relación cuando dejó escapar el Clausura a manos de su archi-rival. A nadie le importó que enredara puntos por cuestionados fallos arbitrales o por yerros de su arquero. Todo era culpa de Guede. El hincha no lo perdonó y los medios aprovecharon el festín que el propio entrenador fraguó, a sabiendas que ningún colocolino saldría a defenderlo.
El Guede del segundo semestre cambió. Su plantel se fortaleció con la llegada de Jorge Valdivia y con su decisión de priorizar a jugadores jóvenes para el recambio en lugar de algunos más veteranos que no cumplían con su exigencia. La apuesta le ha resultado, pero la prensa seguía más interesada en saber porqué había dejado fuera a Gonzalo Fierro, Ramón Fernández u Octavio Rivero, en lugar de conocer de conocer qué le ofrecían jugadores más nóveles como Benjamín Berríos, Carlos Villanueva, Jorge Araya o Iván Morales.
Hoy se aplaude al Mago y se le celebra que llegue incluso a defender cuando su equipo lo requiere. Sin embargo, en los diarios, radios, canales y sitios web no se destaca como un trabajo del entrenador el que, por ejemplo, en el partido ante Everton el volante haya despejado en al menos dos oportunidades de cabeza tiros de esquina del rival. O, por ejemplo, en ese mismo lance se insistió en que ingresara Berríos en lugar de Fierro, pese a que el cuerpo técnico contó que durante dos semanas utilizó al juvenil por el costado derecho en las prácticas. O que Claudio Baeza pase con naturalidad a jugar del mediocampo a la defensa; que el Flaco Araya sepa cuándo debe contener, ayudar al fondo o pasar al ataque con una naturalidad que agrada ver en alguien de sólo 21 años; o que Jaime Valdés goce de una libertad para jugar como no la tuvo en toda su estadía en Macul.
Claramente es más fácil identificar una virtud de un jugador que el trabajo de un estratega, sin embargo, la gracia de tener una prensa “especializada” es justamente esa, que no ve los partidos como hincha, sino que sabe cómo se entrena y es capaz de identificar y explicar a su audiencia las bondades y errores del trabajo en cancha. Mientras quienes se dediquen a esta actividad estén más preocupados de buscar el conflicto de turno, técnicos del talante de Guede van a preferir organizar encuentros para hablarle a un grupo de fanáticos, en lugar de hablar por plataformas que reducirán todo a una frase rimbombante.
Nota: La fotografía es de Leonardo Rubilar (https://www.flickr.com/photos/lrubilar)
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