Casi todas las empresas courier tienen un servicio normal y uno exprés, que es más rápido y costoso. Con los embarazos ocurre algo similar y si la guagua que encargaste en 40 semanas te llega en 30, la clínica te aplicará un robusto tarifario por el delivery y los “servicios de post venta” por llamar así a la incubadora.
Cualquiera que haya vivido las tres P (Padre Primerizo Prematuro) y tuvo la osadía de escoger el sistema privado de salud, sabe bien de lo que estoy hablando: un buen día estás disfrutando de los últimos meses de embarazo, con la pieza a medio pintar y en plena cotización de partos, cuando de pronto se activa el servicio express y todo criterio ahorrativo se cancela ante la nueva premisa: proveer la mejor atención disponible para un nacimiento complejo y repentino.
Mi hija nació a las 10 de la mañana de un luminoso miércoles de diciembre. Una hora más tarde, figuraba yo firmando un pagaré en blanco a nombre de ella, que autorizaba a la clínica para, en su representación, gestionar ante la Isapre el pago de su propio nacimiento. Tómense unos segundos para asimilar esta idea: el primer acto legal de mi retoño en este mundo, antes incluso de inscribirla en el Registro Civil, fue firmar un pagaré. Amparo fue deudora antes que chilena.
Ya pasada la angustia de los primeros días, y con mi hija al fin fuera de la UCI, su madre y yo sacamos el ábaco y empezamos el temible cálculo. Para que se hagan una idea: sólo la incubadora, sin contar medicamentos, exámenes y atención médica cuesta 580 mil pesos diarios en el sistema privado. La estadía promedio de un niño prematuro en incubadora (el servicio de “post venta”) es de uno a tres meses, dependiendo de la complejidad de cada caso.
Más allá de la deuda que todavía no termino de cuantificar, lo más triste es que en algún momento de esta semana, me sorprendí pensando “menos mal que no fueron dos” como nos había anunciado el médico en mayo. La amarga verdad, entonces, es que nos hemos convertido en un país donde los recién nacidos firman pagarés y los padres nos alegramos de no tener mellizos.
Chile!!! Un país que te ofrece eso y mucho más!
«La vida nos da sorpresas» y unos están más preparados o tienen más herramientas que otros para enfrentarlas. Pero es tan titánico como innecesario tener que enfrentar cargas adicionales ajenas a toda proporción ética, como las que les ha tocado vivir a ustedes tres. A esa posibilidad estamos expuestos la mayoría de los chilenos. Conmueve, agita el alma, empuja a pensar personalmente qué diablos hacer para empezar a revertir este paradigma monetario que rige hasta en lo más sagrado del hombre. ¡La vida es un milagro, por la chuta! Hay que organizarnos.