Chavismo y Bacheletismo: dos caras de la moneda

Juan Ayala es académico del Departamento de Estudios Humanísticos de la UTFSMCarlos Fuentes cuenta que José de San Martín no quiso mancharse las manos con sangre: no lo había hecho en la guerra de la independencia, no lo iba a hacer en la paz. El libertador creía en instituciones fuertes, no en hombres fuertes. En esta perspectiva, el chavismo torció el destino manifiesto del otro libertador, Simón Bolívar, quien expresara en La Carta de Jamaica la necesidad de liberar al continente del yugo español, pero al mismo tiempo urgía en torno a procesos políticos regulados y corresponsables, se salía de una dictadura no se deseaba entrar en otra.

Los regímenes dictatoriales personalizan y concentran poder: en 2011 se está a las puertas de ungir al canciller Maduro de la dinastía Chávez Frías, heredero de la manipulada ideología bolivariana, tanto como lo fue el ideal portaliano chileno, abusado por Pinochet. Pareciera que los países políticamente inmaduros necesitan ser jineteados por un caporal, amparado en una sola idea ¡Qué difícil es hacer gobierno desde muchas ideas y desde las instituciones! En ellas hay personas que deben cumplir con sus obligaciones dentro de un concierto organizado, regulado y fiscalizado. A los chilenos el panorama señalado pudiere resultarles lejano: Venezuela depende de una persona, de la salud del comandante depende la vida de muchos. ¿Caribeña cuestión? No. A los “ingleses de América” les pasa lo mismo, del silencio o del habla de una persona parece que depende el destino de Chile.

Venezuela y Chile sufren de mesianismo, no han creado instituciones, siguen profitando de la buena voluntad de una persona. Las democracias maduras tiene ciclos generacionales, se construye el liderazgo desde la escuela y las universidades, lugares donde debiera reflexionarse y construirse desde las ideas. Venezuela al cobijo del petróleo y atendidas sus tremendas desigualdades sempiternas difícilmente pudo hacerlo, por lo tanto podría quedar medianamente exculpada, empero Chile no. Este país tuvo instituciones fuertes que fueron destruidas por una brutal dictadura, pero el tiro de gracia se lo dio la Concertación, la que en aras de la democracia de los consensos limó y anuló las nuevas ideas y la necesidad de respirar la “nueva política”. Y esto que podría ser necesario en un comienzo, lo consolidaron los jerarcas del politburó chileno, ahogando a las juventudes políticas de sus propios partidos de izquierda y de centro. Y como a la derecha siempre le ha costado enarbolar una ideología, que no debe confundirse con un recetario estadístico voceado con una Biblia bajo el brazo, Chile llega entonces a depender de una persona, tal como le ocurre a Venezuela. Son las dos caras de una misma moneda.

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