Para los que estudian artes, diseño o arquitectura la obra de Oscar Niemeyer es un hito plástico escultórico muy fuerte, tanto como lo fue para los porteños, quienes se dividieron frente al proyecto Parque Cultural Valparaíso, ex cárcel, cuestión que pude evidenciar durante 2009, a razón de integrar la comisión de estudio del plan de gestión del centro cultural que administraría el parque.
Pero ese parque ya no era el de Niemeyer: ese proyecto había creado tal polémica mediática y técnica respecto de su pertinencia, inserción paisajística, topología, uso suelo y nacionalismo incluido, que obligó al Consejo de la Cultura a promover un proyecto de diseño abierto y concursable. Resultado, ni Chile ni Valparaíso contarían con una obra del famoso arquitecto.
Pero el escándalo Niemeyer sirvió para que el vulgo conociera y relacionara las obras del carioca. Recordar que con Lúcio Costa diseñaron el plan director de Brasilia, un proyecto geopolítico de inserción en el Brasil profundo, el Brasil “bandeirante” de Juscelino Kubitschek, desarrollista el presidente, comunista en su juventud el arquitecto. La obra edificia de palacios y símbolos gubernamentales de Oscar Niemeyer, puede aparecer incongruente con su discurso político, pero el extinto planificador consideraba que sus diseños, que se imponen en el paisaje, eran su aporte a socializar, “la arquitectura debe servir a todos no solo a un grupo de hombres privilegiados”, decía.
Con la muerte de Oscar Niemeyer se cierra el círculo de la gran arquitectura del siglo XX: en él se podía sentir la presencia de Le Corbusier, otro arquitecto progresista por su obra y los congresos CIAM. En Niemeyer se podía percibir al arquitecto que deambula por las calles, que no se encierra en su edificio inteligente, el Hombre era para él el ser inteligente, y también el ser sensible comunitariamente, aunque fuere en símbolos de estado, gobiernos o partidos políticos. Pero no era solo un artista y un soñador, el uso creativo de la conquista del siglo XIX, y desarrollada en el siglo XX, el hormigón armado, generador de planta libre, de grandes luces, de curvas plásticas infinitas, son su legado.
Como otro grande Antonio Gaudí, que se inspiraba en la naturaleza para forzar al hormigón a seguirla, el brasileño lo hacía con la curva femenina, su obra es también un canto a la mujer. ¡Enhorabuena!, qué lejos estuvo del ángulo recto y la ortogonalidad de parrilla de nuestros jóvenes arquitectos, quienes deben servir al interés especulativo del inversionista, Niemeyer fue joven a los 104 años. Valparaíso lo perdió, pero el mundo lo ganó.
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