Vecino de Concón, lugar de historias, con dunas de misterio, reuniones de brujas, hechiceros y mares profundos, en sus últimos años el maestro Temístocles vivía cerca de las olas, quizá montado en un navío espacial, tras una novela de Harold Foster o de Issac Asimov, o viendo como Máximo Chambonez persistía en armarle desastres deportivos a un alcalde cuyo estereotipo político se mantiene aún con soltura.
Como Themo Lobos tenía un cinto espacio temporal de los mejores, su muerte ha resultado tan relativa como la persistencia de su obra.
Nació en San Miguel, Santiago de Chile, en diciembre del año 1928 y seguro dibujaba desde ya mucho antes de aprender a tomar un lápiz. Estudió en la Escuela de Artes Aplicadas en Santiago. Pero Themo Lobos se inició desde pequeño en los cómics: a los 16 años ya creaba sus propias historietas y luego siguió décadas leyendo y creando. Leía mucho y creaba sin parar. Al final pasó su propia barrera espacio temporal a los 83 años. Le quedó debiendo plata a Nic Obre por una importante investigación sobre el bullado secuestro de Ferrilo, realizado por un grupo de científicos telépatas en el siglo no me acuerdo cuantos…precisamente por un asunto con el bosón de Higgs.
Temístocles Nazario Lobos Aguirre, padre de Cucufato, Ñeclito, Dolchevito, Agú, Rena y Ogú se puso a sí mismo Themo Lobos como nombre artístico, con ancestros tan antiguos como sir Themus Wolf, compañero del Príncipe Valiente en la corte del rey Arturo.
Uno piensa a veces cómo hay gente que se puede aburrir, si una imaginación bien alimentada sobrepasa los límites de la entretención para el que sea y para todos. Para mí, dibujante aficionado de lápiz HB despuntado con la uña, Temístocles Lobos era el héroe real, con sus lápices de mina recién afilados y sus colores. De su mente me imagino salían imparables millones de terabites de pura imaginación plasmada en dibujos y textos geniales.
Sus héroes siempre lucharon contra al mal, la tiranía y la desesperanza y lo hacían siempre con la ciencia, la técnica y la fuerza. Así murió el último robot dejado por el mal luego del gran desastre nuclear que llenó al planeta de mutantes. Sí, así era, Themos Lobos es en su obra profundamente antinuclear, pacifista y ambientalista.
El mundo duro de la ingeniería chilena le debe muchas cosas a Themo Lobos, sobre todo creatividad e inspiración. En la Federico Santa María, desde siempre, no falta en ninguna sala, biblioteca o patio el o la que hace dibujitos en el borde del cuaderno. Desde el Monópodo, Mostaza, Flavio el Karateca, la Carlina y Rarturo hace 40 años, y antes, han llegado hasta hoy nuevos mitos: el Profesor Vaca, el Super Mechón, Jotin, Usmetal, Infra Terrestre y otros, manteniendo la tradición de comics sansano. Saludos Themo, tu obra ilumina.
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