“Me autodenuncio”. Frase curiosa en una sociedad llena de ventajismos y búsqueda de formas de rehuir las responsabilidades. Una vez más, el entrenador levanta polvo entre adeptos y detractores.
Lo cierto es que la conferencia ofrecida por el rosarino no es más que una declaración de los principios que lo han llevado a ser uno de las personas más respetadas en el mundo del deporte. Como en todas las disciplinas, ya sean deportivas o no, se puede estar de acuerdo con la forma del desarrollo de un proyecto, lo que en el fútbol se vincula con la forma de jugar de determinados equipos. Con lo que no se puede estar en desacuerdo es en la dignidad con que Marcelo Bielsa se desempeña en un mundo tan manoseado como el del deporte actual, donde una gran porción de la prensa busca, hasta por debajo de las piedras, elementos ajenos a la actividad para vender más ejemplares o lograr mayor cantidad de televidentes.
En este caso particular, el entrenador salió a dar la cara luego de ser testigo de lo que él considera “un engaño”. El tema central, a juicio personal, no es la falta en que incurre en el error de entregar una obra mal hecha. Bielsa sabe que es ‘jodido’ con los detalles; pero el problema, en esta situación particular, es que las obras fueron mal realizadas y, sin importar la falta de prolijidad, se entregó el trabajo. Un mal trabajo.
Estando en nuestro país, y a raíz del terremoto de febrero de 2010, el DT ya se había visto involucrado en un tema similar en el fondo, pero distinto en la forma: el recordado caso del televisor de Juan Pinto Durán:
«Si hubiera podido, me robaba el plasma (en referencia a los saqueos post terremoto). ¿Saben por qué yo me lo robaba? Porque yo estaba en Pinto Durán, había un televisor Sony, que no lo había pagado. Era de la federación, un regalo, y yo estaba preocupado por si se caía. Y no era ni mío. ¿Qué quiere decir eso? Que, haciendo la proyección, hubiera robado porque con todo lo que tengo materialmente, estaba preocupado por un televisor que no pagué.”
A simple vista, esta anécdota podría no tener ninguna vinculación con el tema de las remodelaciones de Lezama, pero si se le da una vuelta, tiene que ver con el compromiso de Bielsa con lo que se le otorga. Pareciera que todo lo que se “se le entrega” pasa a ser una responsabilidad suprema para él, ya sea un televisor, un complejo deportivo (Ezeiza, Juan Pinto Durán, Lezama –los 3 que fueron remodelados bajo su gestión-) o “un plantel de 300 millones de euros”.
Para Bielsa, todo involucra la entrega de un mensaje. Un autógrafo, una mirada, una nota de agradecimiento, una arenga, un gesto rebelde. Esto queda de manifiesto en las cientos de historias que circulan por internet.
El de hoy, quizá, sea uno de los mensajes más potentes entregados en mucho tiempo. Una carga emotiva, de pasión, de intensidad, de fidelidad hacia su empleador (al zamarrear al encargado de las obras mal entregadas, Bielsa señaló que sintió que “estaba defendiendo los intereses del club” y que se convirtió “en un salvaje”).
“Los intereses del club”. Interesante concepto, que hace recordar de manera inmediata la situación, por ejemplo, de Colo Colo, club que fue despojado de su gente a manos de un grupo de empresarios que vio en el equipo más grande de Chile, una excelente manera de engrosar sus ingresos. Así debiera reaccionar cualquier persona que, de verdad, quiera una institución, una actividad.
¿Que agredir no es el método correcto? A algunas personas hay que recordarles que el fútbol, el deporte, es pasión; corre sangre por las venas de las personas que quieren a la pelota. También se podría hablar de la decencia, de la “autodenuncia”, de arengar a la víctima para que haga respetar sus derechos. Eso es decencia, eso es transitar por el camino de las virtudes. Quizá, tirar la piedra y mostrar la mano sea mucho más leal que no tirar la piedra; el lanzamiento de la roca demuestra pasión, carácter, decisión, intensidad, que es lo que a muchos les falta para vivir una vida de verdad, que se aleje un poco de la mediocridad que entendemos como “moderación”.
Así lo entiende Marcelo Bielsa, o al menos así quiere que lo entendamos.
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