En el cine, esta característica no necesariamente está asociada a personajes “buenos”; sino que muchas veces quienes más presentan esta distinción son antihéroes como mafiosos o delincuentes y perdedores. Los primeros como un código que les permite mantener ciertas áreas protegidas del mal, como la amistad, la familia, la infancia, la palabra. En el segundo caso, son personajes condenados, pero que mantienen una dignidad y una consecuencia, que les permite trascender su chata existencia y lograr en la pantalla rasgos memorables.
Es el caso de “Drive” (2011), dirigida por el danés Nicolás Winding Refn, basada en un libro de James Sallis; en la cual el protagonista es un chofer profesional (Ryan Gosling), pero que sus servicios los ofrece en la filmación de películas y en robos; además de trabajar en un taller mecánico, junto a otro perdedor, Shannon (Bryan Cranston), que cojea por una rodilla baleada.
Winding Refn, de 41 años, había dirigido anteriormente siete largometrajes: “Pusher” (1996), “Bleeder” (1999), “Fear X” (2003), “Pusher 2” (2004), “Pusher 3” (2005), “Bronson” (2008) y “Valhalla Rising” (2009), ninguno de ellos estrenado en la región; a pesar de que claramente es un realizador de gran interés.
El chofer lleva una vida relativamente tranquila hasta que aparece en su vida una vecina, Irene (Carey Mulligan) y su pequeño hijo, Benicio (Kaden Leos), que en personajes como éstos, significa inevitablemente problemas a futuro. Y llegan cuando regresa su pareja de la cárcel, Standard (Oscar Isaac), a quien ofrece ayuda, ya que éste debe dinero a la mafia por protección en el penal.
Porque en el otro extremo del péndulo están dos personajes paradigmáticos, modelo del mafioso sin escrúpulos: Bernie Rose (Albert Brooks) y Nino (Ron Perlman), cuyos enfrentamientos con el chofer son de los puntos más altos de esta cinta, que termina en amargo tono menor, ya que en la vida de los hombres con honor no son posibles las concesiones.
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