Leer es establecer relaciones con sentido crítico, develante de misterios conducentes a la verdad, solo así podemos entender los esfuerzos de investigadores, instituciones y gobiernos por reconstruir pasados y construir futuros, sean los sueños imposibles de la democracia, o las historias negras de dictaduras y revoluciones. España hace pocos años abrió archivos del periodo franquista; Estados Unidos de tanto en tanto desclasifica documentos que circulan por la red; y ahora Alemania quiere reconstruir el pasado oscuro de la Stasi, la policía secreta de la ex RDA. En el instituto Frauenhofer IPK de Berlín se implementa el software “ePuzzler”, diseñado por el ingeniero Bertram Nickolay, que tiene la misión de relacionar 600 millones de trocitos de papel, conteniendo la historia oculta del régimen pro soviético.
Es un trabajo de compleja digitalización que establece vínculos por tamaño, color, tipo de letra, espesor de papel y contorno de cada trozo, luego el computador selecciona y reconstruye, literalmente, un pasado de influencias y políticas de Estado. Y es ese mismo Estado el que siempre usa a la tecnología para sus fines, siendo la técnica aparentemente solo un medio. Pero el tecnólogo y el científico son ante todo seres humanos, los que debieran detenerse un momento y contemplar lo que están haciendo. El trabajo de Nickolay y su equipo nos aparece bueno y generoso, reconstruye un pasado funesto de espionaje a la población sometida al imperio del Pacto de Varsovia, lo que traerá beneficios de verdad histórica y social, pero esa misma tecnología fue usada y sigue siéndolo, antes mediante los sistemas conmutados de desincriptación, hoy a través de la escucha dirigida de las redes sociales y seguimiento de navegación de usuarios.
El mismo cuidado se debe tener con los fondos concursables de investigación. ¿Es legítimo el fin buscado por el financista, sea una fundación, una corporación, un gobierno? ¿Deben las universidades participar de esa fiesta de fondos sin plantearse primero respecto de la legitimidad de los fines? La ciencia no es anodina y la tecnología es ideológica, lo fue la obra de Leonardo, a Galileo se le obligó a retractarse, y Alfred Nobel quiso redimirse creando el premio homónimo. Las artes tampoco son anodinas, también pueden utilizarse y los artistas dejarse utilizar.
La más sofisticada tecnología siempre ha estado amparada por el aparato del poder, no podía ser de otra manera, su madre la investigación científica, y también la creación artística, se nutren del tiempo y del espacio ocioso, ese que Maslow considera dentro de las altas expresiones del espíritu ubicándolas en la cúspide de la satisfacción de necesidades. Pero el aporte que hacen las artes es lento y de largo plazo, a diferencia de la tecnología como expresión visible de la ciencia, que influye directa e inmediatamente en la ciudadanía, ¡ese es su valor y su peligro! Como métodos preventivos reconocemos a la democracia y la universidad. La primera fortalecida mediante los deberes ciudadanos es un antídoto contra los totalitarismos, pero ésta se debiera cultivar preferentemente en las universidades, las que deben cautelar debidamente que en la formación de sus profesionales prevalezca el sentido crítico, sustentado en una axiología cuestionada en el seno universitario, ello mediante el pleno ejercicio de la lectura reflexiva, en todas sus cátedras y sin temor a cuestionarlo todo. Tarea para 2012.
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