Hay una rara especie de directores estadounidenses que no se preocupan por las cantidad de filmes que dirigen, sino por la calidad de éstos; y por lo tanto su producción es más bien escasa, pero de gran originalidad. Este es el caso de Alexander Payne, director, guionista y productor de “Los Descendientes” (2011).
Payne, de 51 años, anteriormente había dirigido sólo cuatro largometrajes, de los cuales los dos últimos tuvieron gran acogida en la crítica: “Ciudadana Ruth” (1996), “Election” (1999), “Mr. Schmidt” (2002) y “Entre Copas” (2004), las que se destacan por su sentido del humor, más bien negro e irónico.
“Los Descendientes” está basado en la novela del mismo nombre del escritor Kaui Hart Hemmings, mezcla entre hawaiano y sajón; y que precisamente esta ambientada en Hawai, la isla supuestamente paradisíaca, pero que la propia cinta se encarga de desmentir, en la narración en primer persona de Matt King (George Clooney), un abogado especializado en el negocio inmobiliario y que es el administrador y copropietario de un gran terreno en la isla, el último virgen, y que los demás primos quieren vender para una gran urbanización.
Aparte de este relato económico y laboral, Matt sufre otra desgracia, también visualizada desde el comienzo del filme, cuando se ve a su esposa, Elizabeth (Patricia Hastie), haciendo esquí acuático feliz y luego la imagen se va a negro, lo que se entenderá luego ya que ha sufrido un accidente que la ha dejado en estado de coma vegetal, desgracia que recorrerá la cinta a todo su largo, ante la eventualidad de tener que desconectarla y despedirse de ella.
Matt, que veía poco a su mujer por sus viajes, debe hacerse cargo de sus dos hijas: la pequeña Scottie (Amara Miller), que está con depresión infantil; y de Alexandra (Shailene Woodley), una adolescente compleja, que destapa otro misterio, que complicará aún más cosas para Matt y su familia.
La gracia del filme radica en el desarrollo de personajes, aparentemente sencillos, que se van complejizando y por lo tanto humanizando; tanto en lo que corresponde a sus conflictos emocionales como los relacionados con el devenir de la isla, con la cual el espectador se va comprometiendo inevitablemente.
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