Desde este punto de vista, “Demonio” (2011), dirigida y editada por James Wan, es una cinta más que interesante, ya que logra transmitir al espectador a un territorio poco explorado, como es el de los viajes astrales, donde es posible encontrarse con fantasmas y demonios.
Wan, de 34 años, nacido en Malasia, pero criado en Australia; ya había demostrado su manejo en el género, con cintas como “Stygian” (2000), “El Juego del Miedo” (2004), “Dead Silence” (2007), “Death Sentence” (2007) y “Doggie Heaven” (2008); lo que lo confirma como de los cineastas prometedores en este tipo de cinematografía.
En “Demonio”, la trama es sencilla: un matrimonio, formado por Josh (Patrick Wilson), su esposa Renai (Rose Byrne) y el pequeño Dalton (Ty Simpkins) se cambian a una nueva casa, de esas antiguas con ático; que de inmediato sugieren toda una historia anterior.
La fotografía de la cinta es opaca, lo que acentúa la atmósfera sugerente, asociada al mundo de los sueños y los fantasmas. Y cómo era de esperar, comienzan a ocurrir cosas extrañas en la mansarda que, no terminan, como era predecible, en una posesión, sino en que Dalton tiene la capacidad de realizar viajes astrales, en uno de los cuales está atrapado, con el peligro de ser absorbido por fantasmas y un demonio.
La segunda parte da la cinta es cuando lograr sus mayores aciertos. Se inicia con el rito para que vuelva del viaje astral, a cargo de la vidente Elise (Lin Shaye), amiga de la madre de Josh, Lorraine (Bárbara Hershey); y sus curiosos ayudantes, Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), que colocan un poco de sutil humor a esta suerte de “exorcismo”.
El viaje que realiza Josh para buscar a su hijo es inquietante y es un acierto visual. La oscuridad, la penumbra, los fantasmas y el demonio (que no es todopoderoso, sino que se puede enfrentar) provocan ese horror que viene de lo profundo de los miedos humanos.
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