“Los Misterios de Lisboa” (2010) fue la última película que Ruiz dirigió en su totalidad, está basada en la novela homónima del escritor portugués Camilo Castelo Branco y reúne lo mejor de su particular estilo, que no teme a hacer patente sus influencias literarias, teatrales y pictóricas, como los grandes cineastas que asumen las ascendencias del cine y su ubicación dentro de la historia de la cultura.
En este contexto, no es casual la elección de la novela de Castelo Branco para el período final de su obra, ya que en ella existen diversos elementos que están presentes en toda su filmografía: misterios que se van develando o enredando de a poco y que nos señalan que la realidad no es una sola, narraciones que se cruzan y que mezclan lo literario y lo visual; diversos puntos de vista, de acuerdo a los personajes; es decir un cine complejo, que requiere de un espectador que valora la inteligencia, la ironía y la emoción contenida.
Ambientada en el siglo XIX, “Los Misterios de Lisboa” recoge notablemente el romanticismo de la época, pero también aquel que atraviesa todas las relaciones sentimentales signadas por la tragedia y el drama. Los personajes protagónicos así lo atestiguan: el pequeño Pedro da Silva, que vive en internado católico y que no sabe quiénes son sus padres; su madre, Angela de Lima (María Joao Bastos), viuda de su amor verdadero y esposa a la fuerza del Conde de Santa Bárbara (Albano Jerónimo), quien la atormenta en contra de sí mismo.
Como personajes que equilibran moralmente las acciones, y que imponen justicia en un mundo sin esperanza, son el notable Padre Dinos (Adriano Luz), que también en otros momentos de la historia tiene la identidad del gitano Sabino Cabra y del caballero Sebastián de Melo; y el excéntrico caballero Alberto de Magalhaes (Ricardo Pereira), que además es al comienzo el oscuro Come-Facas; en una clara alusión a que no sólo las cosas no son como parecen, sino que las personas pueden cambiar y tener varios rostros, en el caleidoscopio que es la vida humana.
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