Imagínense mi carita cuando al sacarle sus calzoncillos en medio de nuestra coreografía de catre, me encontré con tamaño desconocido. Elegante y refinado, hay que decirlo, pero extraño al fin y al cabo. Jorge me miró con una sonrisa de galán de teleserie brasilera y me preguntó si me había gustado el “fashion emergency”. No supe qué decirle.
Por una parte, es cierto que nuestro amigo se ve más “alto”. Pero por otra, ¿de verdad importan esos centímetros de “yapa”? A mí me parece que no, a menos que el espécimen del cual hablamos de verdad hubiese necesitado tacos a lo Lady Gaga. Como no es el caso del fornido rico de mi susodicho, pasamos al segundo tema: ¿Es mejor con o sin pelos?
La respuesta, creo yo, va netamente en lo visual y por eso depende del gusto del consumidor. Yo descubrí que no me enciende para nada el estilo “potito de guagua”. Muy suave y limpiecito se verá, ¡pero nada como ese bosquecito cercando el camino! Por supuesto, siempre con mesura, si la cuestión tampoco es la Selva Amazónica.
Díganme machista, pero definitivamente me quedo con mi monito velludo y yo bien peladita, a la buena mezcla.
¿Y ustedes?
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Qué buen tema y cada vez más en boga. Yo los prefiero sin. Si nosotras sufrimos para vernos mejor ¿por qué no al revés? Buen aporte estas columnas femeninas, más no feministas..