El planeta de los simios

El remake o nueva versión de una cinta que ha marcado una época o que se ha transformado en un clásico tiene un interés especial; ya que debe medirse principalmente por dos variables: el aporte personal del realizador en la nueva cinta; pero también por estar al nivel o no, en términos de lenguaje cinematográfico, respecto del filme que inspiró al remake.

Y en este caso, el desafío era mayor, ya que no sólo estaba la versión original del mismo nombre de 1968 y que fue dirigida por Franklin Schaffner, y que tuvo gran impacto porque mostraba en una cinta futurista a Estados Unidos y al mundo dominados por los simios, con la Estatua de la Libertad como símbolo de la derrota.

Luego en 2001, Tim Burton realizó el primer remake, con un resultado que no convenció a todo el mundo; pero que inevitablemente marcó un hito, por la fuerza visual del estilo del cineasta estadounidense.

“Planeta de los Simios Revolución” (2011), dirigida por el británico Rupert Wyatt, de partida presenta una innovación: pretende ser una precuela de la original; es decir, contarnos lo que supuestamente ocurrió antes de los hechos relatados en la primera. Y como era de suponerse, la rebelión de los simios tiene su origen en la crueldad e insensibilidad de los humanos.

Los simios son utilizados para experimentar nuevas drogas para las enfermedades humanas; entre ellas, una contra el Alzheimer, producida por el doctor Will Rodman (James Franco), el cual además tiene a su padre, Charles (John Litgow), con este mal. La cura no sólo regenera las células dañadas, sino que tiene la capacidad para generar nuevas y por lo tanto aumentar la inteligencia, siendo el beneficiado el pequeño César (Andy Serkis), chimpancé que será adoptado por Will y que será el líder futuro de la rebelión, luego de sufrir el encierro y la tortura, a pesar de la oposición de su amo.

Dan una singular fuerza al largometraje de Wyatt el hecho de que los simios están construidos con diseño informático, a partir de actores reales; y que manifiestan, como espejos nuestros, las mejores virtudes humanas, pero también la madre de todas las guerras: la venganza.

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