Cuando un joven de larga melena, top ten del tenis mundial dijera frente a la prensa, que no “estaba ni ahí con…”, acuñó una frase que fue asumida por los jóvenes, naturalmente reaccionarios a imposiciones sociales, culturales y de marco político. Ésta fue comentada especialmente en los círculos académicos, quienes reconocían en ella la contracción lingüística que representaba la indiferencia, la indolencia, la abulia y la apatía. Pasados algunos años los jóvenes chilenos y de muchos otros países obligan a la sociedad en que viven a replantearse el marco valórico sobre el que se construyen las relaciones sociales. Técnicamente formulado están exigiendo cierta axiología que responda a una teleología ampliamente compartida. Ellos piden que los valores desde los que se vive en comunidad, respondan concretamente a los fines que se busca alcanzar. Equidad, justicia, respeto, son las bases para seguir viviendo en nuestro Chile de todos.
Para el que no ejerce funciones ejecutivas o legislativas, resulta difícil entender la lentitud en tramitar urgentes resoluciones administrativas, dictación de cuerpos de ley para avanzar en la solución de un conflicto social y cultural, que está pronto a cumplir un trimestre. Deberían las autoridades haber dado señales concretas de escucha receptiva a tanta demanda compartida, que va cruzando sectores socio económico culturales cada vez más amplios. A la luz de los hechos resulta evidente que el quiebre social responde a los ciclos históricos. Una Concertación de centro izquierda que perdió las elecciones presidenciales, porque no escuchó a su propia gente, que se inoculó con la sordera del poder. Una Alianza de centro derecha que sale de las grandes empresas, virtuales dictaduras donde el dueño es jefe y no necesariamente líder. En ese escenario debía necesariamente ocurrir que los “de a pie”, no tuvieran a quien recurrir en aras de protección social, democracia real y representativa, calidad de vida no de bienes y servicios, sino que de afectos sociales compartidos.
No teniendo padres que escucharan, el hijo se hizo hombre, dejó la casa del padre porque estaba vacía, y salió a la calle en busca de su destino. Errante anda, inquiere, proclama su dolor de vacío y lo llena con demandas, y los viejos, se sienten jóvenes otra vez, y también piden lo suyo, que postergaron para que sus propios hijos tuvieran futuro. Y es el sistema democrático que rige al Estado de Chile, lo que los viejos legaron a los jóvenes, que éstos no recibieron como un regalo, como algo extraordinario. La democracia para ellos es algo ordinario, del orden de todos los días, no se celebra, es. Entre todos debemos encontrar con urgencia un destino común en democracia, despejando absolutamente la insinuación irresponsable del edil capitalino, de que las fuerzas armadas ocupen la calle. Hoy no cabe su “utilización”, no hay terremoto ni tsunami que son extraordinarios. Las demandas morales ciudadanas son algo ordinario, ¡están ahí para asumirlas y conducirlas con recidumbre y hombría política! Si hay lucidez y coraje, Chile rejuvenecerá y estará ahí.
Dejar una contestacion