Los vegetales absorben el dióxido de carbono del aire y se quedan con el carbono liberando el oxígeno al aire, esto lo sabe o debiera saberlo, todo escolar en Chile, de aquí que los vegetales sean al final estructura basadas principalmente en el carbón fijado durante sus vidas.
Cuando los vegetales, en ausencia de oxígeno, son guardados o presionados por mucho tiempo, pierden el agua, degradan otros componentes y se convierten en concentrados de carbón mineral. Según los estudiosos, durante la era Paleozoica hace 359 millones de años comienza el período carbonífero y termina hace 299 millones de años. Son vegetales de aquellas épocas los que aparecen hoy en la minas de carbón convertidos en lignito, hulla, antracita, turba. Más al sur, en el hemisferio Sur se forma carbón más tardío, al final del período Cretácico, Paleógeno y principios del Neógeno, hace unos 100 a 15 millones de años.
Mientras más alta la presión a la que fue sometido el manto vegetal, a mayor temperatura y más tiempo, el carbón mineral es más compacto, concentrado y tiene mayor poder calorífico.
Si la leña seca que se usa en Chile tiene un poder calorífico entre 2-000 y 3-500 kilocalorías por kilógramo, el carbón mineral, según sea su tipo, tiene entre 2.000 y 7.000 kilocalorías por kilógramo De acuerdo a la CNE, un kilogramo de gas licuado de petróleo tiene 11.823 kilocalorías. Por lo tanto el carbón mineral puede ser un muy buen combustible, el paleozoico fue generoso en fotosíntesis y cataclismos, la tierra encerró muchos bosques y entonces el carbón mineral es relativamente abundante y debiera ser barato en muchas partes del planeta.
Así como Chile es pobre en petróleo, que es su principal energético, somos bastante ricos en carbón, carbón mineral no muy bueno, hay que decirlo, pero tenemos muy interesantes reservas del menos malo y del malo, recurso chileno valioso.
Por ejemplo, la antracita, que no tenemos, es el carbón mineral de más alto rango y el que presenta mayor contenido en carbono, hasta un 95%. Es el carbón más antiguo. El carbón bituminoso contiene entre un 60 y un 80% de carbono, tiene bitumen, algo semejante al alquitrán, siendo el resto agua, aire, hidrógeno y azufre. El lignito es un carbón mineral que se forma por compresión de la turba, su concentración en carbono varía entre el 60% y el 75%. Finalmente, la turba tiene una baja composición de Carbono 59%, el resto es Hidrógeno 6% Oxígeno 33%, Nitrógeno 2%, Materias volátiles 60%. Por ejemplo, en la región de Magallanes, en especial Tierra el Fuego, tenemos amplias reservas mundiales de turba.
Quemar carbono significa químicamente adicionarle oxígeno a alta temperatura. El producto primario de tal reacción es CO2 o dióxido de carbono, el principal componente del aumento del efecto invernadero, es la base del calentamiento global y por ende, del cambio climático. Vale decir sólo por eso, usar hoy en día el Carbón Mineral como combustible es obviamente peligroso para el planeta. Dependiendo del tipo de carbón la cosa se pone más fea, puesto que carbones de baja calidad liberan bastante oxido de azufre, oxidan el nitrógeno, ambos óxidos venenosos y precursores de la lluvia ácida. Mientras más malo el carbón, más ceniza y materiales particulado se emiten al quemarlo, incluso son liberados al aire metales pesados, esto ocurre en Chile con todas la centrales termoeléctricas a carbón. De lo anterior se puede afirmar con razón, que la carbonización de la matriz energética eléctrica chilena, más aun con carbones no tan buenos, sea un acto de irresponsabilidad país con altos costos a futuro locales y planetarios. Es más, si carbonizamos la matriz energética, nuestra huella de carbono (CO2) sube y baja la aceptación de los productos chilenos, todo un asunto de mercado global.
No es el tiempo ni la oportunidad en el Chile de hoy de quemar carbones. Lo verdaderamente interesante es que la ciencia y la tecnología están avanzando en la búsqueda del secuestro artificial seguro del CO2, vale decir, evitar la principal contaminación global de la combustión; filtrar y detener los óxidos peligrosos, retener los hidrocarburos volátiles, detener y buscar uso útil a la ceniza y material particulado. Tecnologías que no están a punto, aun ni cerca, pero que a finales de este siglo podrían hacer de la combustión de cualquier carbón un asunto limpio y ambientalmente positivo, una utopía que se busca, en la que Chile debiera estar investigando.
Por lo tanto admitiendo que tenemos reservas interesantes globales de carbono, poco comercial por que no es muy bueno, pues entonces guardémoslas, reservémoslas, pueden ser oro del futuro. Extraerlo ahora, apurados, con una tecnología neolítica brutal y quemarlo en grandes y contaminantes braseros, habiendo alternativas buenas y mejores, es una tontera con letras mayúsculas…
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