Johan Huizinga en su obra “Homo Ludens”, ejemplifica con su propia experiencia la seriedad del juego. Nos cuenta que al llegar a casa e intentar reubicar una hilera de sillas, que los niños habían dispuesto en la sala de estar, fue interpelado por “el chofer y los pasajeros del bus”, debiendo limitarse a observar el imaginario que le enseñaban a ver. Jugar es algo muy serio, de ello nos da cuenta la exposición “Juguete Nacional 1915-1975”, montada en el Centro Cultural Palacio la Moneda. Recorrerla permite constatar que el guión editorial responde a un rescate de ciudadanía, sustentada en el concepto de la amistad y del compartir. Es mucho más que un rescate del pasado vestido de nostalgia y patrimonio.
El rótulo de la primera sala es, “Te invito a mi casa”. En ella los juegos y juguetes de interior, son el reflejo del compartir las fantasías más íntimas, que guardadas en el interior de cada niño tomaban forma en “jugar al doctor”, o “al mecánico o la mamá”. La segunda sala es “Salgamos a jugar”, allí se exhiben los juguetes del barrio, que se compartían entre todos. ¡Te presto mi bici!, ¡súbete a mi auto!, frases voceadas por niños que por un momento se tomaban la calle y se investían de pilotos de carreras, o eran jinetes montados en viejas escobas, pero ellos eran “aurigas y su caballo de palo, un brioso corcel”. La calle era una escuela de vida comunitaria. La gran diferencia con los juegos electrónicos de hoy es que en éstos siempre se mide algo, vale un número, es una meta a sobrepasar … y se juegan en casa y muchas veces solo.
Los que han marchado por la Alameda, en comparsas a lo Jackson o como superhéroes, o vestidos de guanacos y zorrillos de cartón, han jugado un juego tan serio como el de Huizinga, o incluso más, sin saberlo han reeditado la caza del bisonte representada en la caverna de Altamira. Tanto en el homínido del paleolítico superior como en el homo sapiens de las protestas, su integran el arrojo del juego -mito, magia, revelación de lo sagrado- con el miedo a la realidad, el temor a ser reprimido, sea el embiste de un bisonte, o el estallido de una bomba lacrimógena.
Ante el temor, el hombre responde sublimándolo con la fiesta. Control ritualizado en disfraces y máscaras, para anular la violencia, sea de la represión policial, sea de los infiltrados del lumpen, en definitiva jugar en serio. Con esa actitud los jóvenes dan cuenta de un espíritu constructivo y formativo, debieron esforzarse con auto disciplina y construcción de sentido. Desde la experiencia lúdica han crecido sustentados en un ideal y una utopía, ¡esa es su ganancia!
Pero bajo la calzada de la Alameda yace otro logro, “Juguete Nacional” ofrece otra lección. Encontramos allí juguetes “Alcancía”, expresión de los valores del trabajo y del ahorro, la única posibilidad de verdadera riqueza que posibilita la sana inversión. Hoy en las jugueterías casi no se venden alcancías, otrora la especulación era mal vista, el endeudarse un pecado. ¡Vive con lo que tienes, no gastes más de lo que ganas!, decían nuestros padres.
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