El relato es el gobierno

Juan Ayala es director del Departamento de Estudios Humanísticos de la UTFSMEs “público y notorio”, como lo definiría el ex presidente Jorge Alessandri, que el gobierno de Sebastián Piñera carece de relato, pero no de la capacidad de decir e instalar en la agenda pública temas y acciones. Un presidente que trabaja regularmente 16 horas diarias, que tiene a su equipo preocupado y ocupado, y que sus ministros tienen cuotas de minutos televisivos que cumplir, resulta obvio que se está trabajando y mucho.

Sin embargo, se le acusa de que no tiene relato. ¿Por qué importa el relato? El relato no debe entenderse como visibilizar la agenda del gobierno, sino que cómo se le insufla un espíritu al acto de gobernar, máxime en nuestro país donde la imagen del Presidente esconde resabios de monarquía española; fuerte verticalismo y autoridad cercana a la infalibilidad. Donde el Presidente se encuentra está el gobierno, como en los tiempos de Felipe II, la corte caminaba tras el monarca, hasta que el propio rey decidió emplazar El Escorial.

Quizás ese fue el error del rey: terminó enclaustrado en su propio palacio, que fue cuna, casa y sepulcro. Esto no le ocurre a los presidentes de hoy, ellos buscan el contacto con su pueblo. El problema radica en que confunden a sus electores, tratándolos como “su público”, algo propio de un cantante rockero. Un presidente elegido debe gobernar, no actuar y hacerlo desde el relato. Toda acción viene precedida de una idea, y ésta de un espíritu. Cuando las acciones de un gobierno emulan el zapping televisivo o reproducen la supuesta habilidad de un adolescente de ver televisión, contestar su celular, bajar un juego de un sitio web, y todo ello simultáneamente, podemos despeñarnos como país, sino a un precipicio, si podemos caer de sopetón y hacernos daño.

Un gobierno debe orientar la conducción política de un país; debe primero que todo, sosegarse, encerrarse por un momento en El Escorial, para pautar las acciones desde un espíritu compartido, donde los primeros consejeros son la tradición del buen gobierno y la historia, y en este caso la historia social de Chile. El buen gobierno debe contar con asesores especializados y están a la mano, hay que buscarlos entre los mejores, recomiendo a Erasmo de Rotterdam, a Nicolás Maquiavelo, a San Benito, por cierto a Tomás de Aquino y a Kant. Del libro El Príncipe, la edición comentada por Napoleón. Y antes de leer cualquiera de estos autores, contemplar la Ética de Aristóteles, especialmente los capítulos V, VI y VIII.

De esas lecturas en Palacio surgirá el espíritu de las ideas que se convertirán en acciones, preñadas de valores que deben ser sabiamente socializados, nunca impuestos, y no olvidar que toda la tarea pública será censada por la ciudadanía desde el filtro de la coherencia, la pertinenc¡a y la pertenencia. Lo que se hace y lo que se dice no debe generar vacíos de sentido, y su rango de interpretación debe reducirse al mínimo, y debe estar claro que se han previsto todas y cada una de las repercusiones posibles que el “ágora digital” puede concebir.

En rigor, deben ser pocas las ideas y debe haber fidelidad en su implementación. Pero antes deben discutirse en el cenáculo hasta la saciedad. Cumplida esa etapa se puede salir del Escorial.

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