Las investigaciones de antropología y arqueología en lo que hoy se conoce como la localidad de Las Ventanas, indican que tiene vestigios de asentamientos humanos desde hace unos 2.300 años atrás. Un lugar rico en productos del mar, que tenía a sus espaldas un fértil valle con mucha fauna, frutos y bosques. Todo esto era lo que hacía de este antiguo lugar un notable paraíso.
La comuna donde está la localidad de Las Ventanas se conoce hoy como “Puchuncaví”, que proviene de “Puchuncahuin”, nombre del lugar que data de tiempos preincaicos y que, según Benjamín Vicuña Mackenna, llegó a ser el final de un camino del Inca donde residía un “Curaca”.
La palabra mapuche «Puchuncahuín» significa «donde abundan las fiestas». Es más, “Puchun» quiere decir sobra, exceso o súper abundancia de algo. Con toda seguridad -según anota la historia y hago notar en este texto- Puchuncaví fue por cientos de años un feliz valle de abundancia, por lo que fue también, según otros autores, un lugar feliz de muchas fiestas durante siglos. Los testimonios de cuando llegaron los españoles, indican que los pueblos mapuches remotos y cercanos se juntaban en puchuncahuin para sus ceremonias y acuerdos, celebrar y festejar la abundancia.
Todo esto lo escribo aquí para dar un testimonio que permita al lector hacerse una idea del incalculable desastre humano, social, cultural y ambiental, que ha significado en Las Ventanas, comuna de Puchuncaví, el desarrollo de un sobre saturado nodo industrial. Nodo que está permanentemente en la prensa por situaciones ambientales cuestionables, apariciones de cáncer, contaminaciones de aguas y enfermedades infantiles.
Hoy en día según los datos locales, el lugar registra el más alto índice en cáncer de mamas de Chile, y de acuerdo a las denuncias sindicales, la mayor cantidad por comuna de muertes por cáncer de todo tipo en trabajadores y vecinos (135 solo de Codelco). La comuna entera tiene aguas subterráneas contaminadas, ha sufrido derrames químicos graves y su bahía está saturada entre otras muchas cosas, de desincrustante que agregan las plantas de refrigeración al agua de mar de sus sistemas. El desincrustante, en efecto, evita que los moluscos se peguen a la cañerías, pero también evitan que en toda la bahía de Quintero los moluscos se arraiguen. De los más de 100 pescadores de hace dos décadas quedan sólo 6 que aún persisten.
La contabilidad arroja hoy en día más de 27 industrias de todo tipo instaladas en la ya extinta cabecera de playa de puchuncahuin. 23 siglos contados de prosperidad humana y ambiental transformados -en sólo tres décadas- en un siniestro y tóxico lugar de prosperidad industrial, dinero, mal olor, trabajos peligrosos, riesgo de muerte acumulable, polvo tóxico, ruido y luces naranjas, luces que destellan en toda la noche como un Mordor Moderno que Tolkien jamás hubiese imaginado.
Seamos pesimistas, el lado oscuro del mercado ya terminó de asesinar un lugar donde cientos de años las comunidades humanas fueron felices. No tiene vuelta. Las leyes chilenas y el silencio temeroso de todos lo permitieron. Una buena muestra de lo que seguirá pasando en otros lugares, si la única medida de todo es la rentabilidad inmediata de quien coloca el dinero.
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