El mito de la democracia

Diego_ValderramaCada vez que sale el temita de “voto obligatorio v/s voto voluntario”, escucho a los políticos defender una y otra postura, se enfrascan en sesudas reflexiones en torno al valor del voto, y con el dedo en alto proclaman que “el voto es un derecho, pero también una responsabilidad” (Ricardo Lagos lo dijo, por ejemplo, este domingo). En virtud de esa responsabilidad, dicen, hay que imponer el voto automático y obligatorio para todo/a chileno/a que cumple 18 primaveras.

Así, el voto se transforma en la quintaesencia de la democracia, y el no votante es un paria, un lunar mal extirpado en esta sociedad feliz, democrática y civilizada. Los analistas se embarcan en profundas investigaciones para intentar entender por qué los jóvenes no votan, si es tan lindo, si es tan entrete, si nos hace lucir tan cívicos.

El detalle que con sospechosa facilidad olvidan los políticos de toda estirpe y pelaje, es que el voto no es la única forma de ejercitar la democracia. De hecho, es la más facilista. Votar por un representante es decir “yo delego mis derechos como ciudadano en usted, para que en mi nombre tome las mejores decisiones para mí y mis compatriotas”. Pero una vez electo, el político no vota pensando en su distrito, sino por lo que le ordena su partido, o peor aún: por lo que le pide el que gentilmente le financió la campaña.

Dice la sabiduría popular que “los políticos se acuerdan de la gente para las elecciones” y es demoledoramente cierto, pero también la gente sólo se acuerda de sus derechos ciudadanos para la misma fecha, y nada más. ¿Cuántos de ustedes, amables fisgones, va a las reuniones de su junta de vecinos? ¿cuántos tienen cargos en la directiva del curso de su hijo? ¿cuántos saben cómo votó su parlamentario para la ampliación del postnatal?

Lamentablemente, los políticos nos tienen convencidos que como ciudadanos nuestro único derecho es votar. Antes que me acusen los tontos graves, no estoy diciendo que no sea importante. Simplemente digo que es insuficiente. ¿Sería bueno que hubiera más votantes? Claro, pero la obligatoriedad no es la solución: al menos no completa.

Junto con ella, que venga también la devolución del poder al pueblo: que me pregunten si quiero una central hidroléctrica en mi región, o una nuclear en mi país. Que no puedan levantar un mall que me tape la vista al mar, sin mi consentimiento. Que mi diputado me explique por qué votó a favor (o en contra) del aborto, si me prometió algo distinto. Si no tenemos eso, esos valiosos votos se transforman en pedacitos de papel maché, para armar la fachada de una democracia que no resiste el menor análisis.

Yo sé que la tentación de quedarse babeando frente a la tele, después de un día entero de trabajo es grande. Yo sé que muchas reuniones y asambleas son una real lata. Yo sé que está el riesgo enorme de que nada cambie. Pero partamos por cosas sencillas: tómese la molestia de conocer a su vecino; vaya a ver el fútbol de su barrio; inscríbase en su sindicato o en su colegio profesional; cuando se pidan voluntarios o candidatos para algo, levante la mano. Poco a poco, empezará a sentir que cuando diga “nosotros”, no se está refiriendo sólo a su familia. Eso también es hacer democracia y de la buena, no de pedacitos de papel maché.

6 comentarios

  1. Tienes toda la razon en tu punto de vista. Es increible, y aveces indignante el poco compromiso que existe en mucha gente que opina sin saber, o que reclama porque el amigo, o el vecino le dijo algo, pero cuando le pides que proponga, o que se sume formalmente a alguna accion, que vaya incluso de acuerdo a su opinion, te dice «pa’que me voy a quemar, anda tu y me cuenytas como te fue».
    A lo largo de mi trayectoria laboral he realizado una serie de aportes a mis trabajos, pero la mayoria de las vecess me he encontrado con los que preguntan «y yo que gano con eso?», y refiriendose solo a la parye economica.
    Creo que nos falta mucho de cultura civica, de aprender a defender nuestros puntos de vista HABLANDO, y no solo frente a una pantalla que guarde mi anonimato. Falta que ensenemos a nuestros hijos a debatir, defendiendo sus posiciones con argumentos, y no con burlas y descalificaciones.
    Todos esos son pilares que hacen que una sociedad sea mas estable, y que la democracia tenga la verdadera representatividad que hoy se arroga.

  2. Agregaría también un antecedente: Existe el convencimiento entre muchas personas, que la política es cosa de políticos, que no me tiene que preocupar porque finalmente «gane quien gane, al otro día igual hay que trabajar» (una frase iluminada del papá del Chino Ríos). Ese pensamiento egoísta, indvidualista, es pan de cada día. La mayoría dice «estoy muy ocupado» y puede que sea cierto, que la vida actual nos sobrecargue de compromisos en detrimento del tiempo libre. Ésa es la trampa perfecta del modelo social en el que funcionamos: el mismo sistema que nos dice «confórmese con votar», nos agota el tiempo para ejercer una verdadera ciudadanía.

  3. No puedo menos que aplaudir esta nota de opinión. Es (ahora en mi opinión, valga la redundancia) clara, concisa y difícilmente rebatible.
    Creo que demuestra con contundencia cómo este tipo de columnas realmente sirven para construir un parecer que podría, a través del ejercicio de la discusión y la organización, transformarse en un cambio de conducta.

    Te has ganado un twitteo.

  4. Creo que tu comentario, más que ir al tema de fondo que plantea la disyuntiva entre dar obligatoriedad o no al derecho de votar, constituye una mera denostación por la clase política dirigente.

    El tema de fondo es si es lícito al Estado forzar la preocupación por la cosa pública o bien si es permisible que un ciudadano cualquiera simplemente prescinda de estas entretenciones.

    Sin embargo en tu columna asientas la necesidad de preocuparse por el entorno (juntas de vecinos, centro de padres, etc.), pero restas valor al acto de votación formal por el que se eligen las altas autoridades a nivel constitucional.

    En definitiva, se trata de una negación de la obligatoriedad del voto basada en una crítica al sistema político imperante, que responde a parámetros descriptivos empíricos respecto a la sensación que en muchos ciudadanos causa el actual engranaje político, pero dista de atacar el tema de fondo que es la libertad de cada persona como valor máximo, frente a la necesidad de convivir en un mundo que exige decisiones en conjunto.

  5. Pancho: Efectivamente el tema planteado no es la pertinencia de hacer obligatorio el voto, como solución a la desidia ciudadana, sino que plantea que dicha desidia es funcional a un sistema donde precisamente, la clase política intenta convencer que la única forma de participación es el voto.

    Y no le resto valor al acto de votar, sino que lo circunscribo como una más de las obligaciones ciudadanas, pero no la única.

    Alien: Se agradece. Le haré llegar su comisión una vez que los editores de tresparrafos me hagan llegar el respectivo sueldo.

  6. Estoy de acuerdo con el punto central de la columna: Hoy en chile estamos en una democracia electoral y no de ciudadanos. No se cumple el objetivo ni republicano ni demócrata entonces, es decir, hacer libre a la gente a través del ejercicio de la ciudadanía, de la política (en el amplio sentido aristotélico de la palabra). Es acorde a tu columna un dato que me dio mi profe de un ramo llamado «República y comunidad en crisis», que es que cerca del 70% de los alumnos de la propia Universidad de Chile consideraban al voto como un derecho y no como una obligación. Ojo, no digo que se deba obligar a la gente a votar, solamente que hoy se ve a la democracia como algo dado, como algo ajeno, no como algo que se construye, situación que es preocupante, e incluso peligrosa.

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