– Esto de contar mil veces la historia de Los Andes, ¿les sirve de terapia?
“A mí me sirve como terapia, pero también con el tiempo asumí que es una historia que ya no me pertenece a mí, es un relato que le pertenece al mundo entero. Hay gente que habla de esta historia sin haberla vivido, pero creo que es mucho mejor hablar de ella habiéndola vivido. Me encanta contarla, me encanta la pasión con que la gente la recibe, no solamente por la historia sino porque en el fondo es un viaje al interior de uno mismo, es un viaje a la esencia del ser humano, de cómo lo hicimos para salir, pero siempre contada de un lado positivo, porque al final lo que triunfó fue la vida”.
– ¿Cuándo dejaron de aparecer los fantasmas, y comenzaste a aprender de la historia?
“Yo no tuve fantasmas, jamás soñé con la historia, ni siquiera fue traumática. Yo he ido a terapia pero no por lo de Los Andes, sino por los problemas que tenemos todos”.
– Las generaciones más jóvenes conocen la historia por la película “Viven”. ¿Qué te pareció?
“La primera gran diferencia es que la película dura una hora y media y nuestra historia duró 70 días. Pero creo que está básicamente bien hecha y creo que se van a hacer más; ya hay tres películas, seis documentales y 16 libros. Creo que es una historia que no se acaba, es más importante hoy que hace treinta años. Es una historia contra lo imprevisible y el mundo se volvió imprevisible, y también creo que es una historia de adaptación al cambio. Nosotros veníamos a jugar al rugby, pero nos cambiaron el guión y tuvimos que protagonizar la historia más increíble de supervivencia de todos los tiempos. Lo increíble es que éramos gente común, no conocíamos la nieve, no conocíamos la altura, para muchos era el primer viaje en avión”.
– Algunos han vuelto al lugar donde cayeron. ¿Te ha tocado participar en estos viajes?
“Sí, hemos vuelto. Pero hoy ya no tengo ganas. Me parece un lugar alucinantemente lindo, seguramente volveré con mis hijos. Es un lugar paradójico, por un lado es absolutamente divino, pero horrible por lo que vivimos, pues murieron 29 personas”.
– Hace algún tiempo, la revista colombiana Gatopardo publicó un reportaje sobre los otros sobrevivientes: los familiares de los que murieron, quienes criticaban que algunos se habían beneficiado mucho con esta historia.
“Yo no estoy muy de acuerdo. No es que la historia olvide, la historia nosotros la contamos y por contarlo te pagan. Yo me la paso viajando, pero es muy duro viajar, dormir cada noche en lugares distintos y estar fuera de tu país. Siempre nuestra historia es el cierre de congresos y convenciones, es como la frutilla de la torta, porque es un ejemplo de trabajo en equipo, de toma de decisiones, de tolerancia a la frustración. Una cosa es subir al Everest, tener los recursos, prepararse y subirlo. Pero en nuestro caso, no llevábamos recursos, no sabíamos lo que era el frío, no sabíamos nada”.
– ¿Cómo ven esta historia tus hijos?
“Están acostumbrados. En Uruguay y en Chile no se le toma mucha conciencia, pues todos conocen la historia. Pero en otros lados, la gente te aplaude diez minutos de pie y creen que eres un intocable”.
– En uno de los documentales, uno de tus compañeros decía que después de vivir lo de Los Andes, cualquier otro problema no parece tal. Ahora, ¿cómo te vives tus problemas diarios?
“Honestamente los vivo como cualquiera, pero tengo una historia de referencia. Muchas veces recurro a la historia para minimizar los problemas. Miro para atrás por el espejo retrovisor, pero para ir hacia adelante”.
– ¿Te has imaginado cómo habría sido tu vida sin Los Andes?
“Habría sido un desastre. A mí Los Andes me cambió la vida. Yo era un chico malcriado, bueno para nada, hijo de padres divorciados, con niñera y desayuno en la cama. Es una historia que te transforma y que te hace tomar decisiones duras. Además, el mismo destino nos hizo empezar a vivir y dejar de sobrevivir cuando supimos por la radio que no nos buscaban más”.
– ¿Volverías a abordar aquel avión?
“Absolutamente, pero dejaría los muertos de lado. No me imagino sin esta historia”.
Publicado originalmente en El Observador de Viña del Mar, el 18 de mayo de 2008
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