De mis juveniles incursiones bibliófilas de los ochenta por El Ateneo de Buenos Aires, me queda un recuerdo sempiterno, “El Informe Sábato”, también llamado “Nunca Más”. Título que refrenda el sentimiento de horror e indignación argentino, sabidas las violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado. Lo más conocido de ello son las “madres de plaza de Mayo”. Para que Nunca Más se titulaba esa versión paralela a la oficial, similar en contenido pero con más fuerza expresiva, dirigida por Ernesto Sábato, quien después de investigar en el Laboratorio Curie de París, abandona la búsqueda de la certeza científica, para incursionar en el fascinante mundo de lo incierto, el alma del hombre. A pesar del aparente cambio, Sábato siempre vuelve al origen, su pluma es la de un calculista infinitesimal. Violar implica herir en lo más profundo del alma, donde lo físico se imbrica hasta tal punto con lo psíquico y sicosocial que constituyen un indisoluble. Esto les ocurre a las personas, a las instituciones, a las sociedades. La Argentina de los ochenta fue un caso, la Libia de hoy es el presente, la Central nuclear de Fukushima, también.
En todos estos casos concurren la codicia, la maldad, la estrategia de manipulación del poder concertado por unos pocos, en suma, el mal como conducta conciente frente al bien como estado natural. Esta conducta política, propia de sátrapas absolutistas acontecida la Revolución francesa se viste de democracia y valores constitucionales. Los militares argentinos fueron juzgados, si se hizo justicia es otra cuestión, Kadafi al final se acercó a occidente, el escape de energía nuclear será controlado, tal como las personas lo serán. Todo sistema enquistado en el poder, ya ha concebido estrategias para mantenerse por tiempo indefinido. Paralelamente maneja en su portafolio contrarrevoluciones para “la revolución que viene”, las instituciones también lo hacen. Se llaman planes de contingencia de crisis, los municipios lo llaman “mesas urbanas”. En rigor intervenciones planificadas de “ablandamiento social”. Muamar Kadafi maestro de estas prácticas, tiene a un continente envuelto en esto, los insurgentes luchan contra las fuerzas leales, ¿leales a qué?. El Consejo de Seguridad de la ONU desde una supuesta legalidad apoya a los insurrectos, ¿por qué ahora?
Otra manera de violar los derechos humanos es la negligencia y el delito administrativo sistematizado. La falta de información hacia la OIEA, respecto de la piscina de combustible gastado de los seis reactores, o la aparente negligencia en el diseño y protección de los refrigerantes, podrían desencadenar una implosión política. Solo queda desear que Japón pueda reconstruir su sistema socio económico en un territorio libre de contaminación radioactiva. Y la Argentina del Nunca Más de Sábato, tampoco queda libre, pasa el tiempo que todo borra, se vive entre realities, malls y tarjetas. Las madres de plaza de Mayo siguen caminando, los insurrectos apoyados por la Naciones Unidas ganarán una batalla, las plantas nucleares se controlarán o estallarán, pero la palabra control pervivirá. Libia tendrá nuevos patrones, Japón “saldrá fortalecido de la crisis”, nuestro país ya prepara stock de cobre para la reconstrucción, solo queda volver a leer el informe Sábato, aprender que es posible un ¡Nunca Más!
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