No hay nada más frustrante que tener un jefe chanta. Si tu pega te gustaba medianamente, la fórmula del “terrible jefe” es como mata pasiones. Lo comprobé personalmente cuando en mi primer trabajo – ese que una inicia con todas las expectativas del mundo- mi superior me llamó la atención y me dijo: “mire mijita, yo le voy a explicarle una cosa”. Casi me morí cuando pronunciaba la melodiosa frasecita que, de tanto que me marcó, quedó archivada en mi subconsciente.
Primero, no podí andar “mijitiando” a las mujeres por la vida. No hay nada más rasca, encuentro yo. Es como un mecanismo de defensa que tienen algunos machos para marcar territorio y apocar a la interlocutora que, of course, tiene más materia gris que ellos. Segundo, si eres jefe, mínimo tómate un cursito de oratoria, dicción y trata de leer un poco, así podrás comprobar que el “leísmo” es un recurso del lenguaje pobre y mal utilizado. Tercero, lejos lo peor fue el tonito empleado, como de patrón de fundo –muy común por estos días entre las más altas autoridades- y con la papa en la boca. Sin duda, lo más rasca.
Pero este personaje -que por suerte ya no es mi jefe y del que nunca más supe- es como la caricatura del problema que, según mis sondeos de opinión, está diseminado y contaminando principalmente el actual sector público. Allí abundan los jefes #reguleques, todos quieren ser o son “encargados de”, “responsables de”. Mucho toqui, poco indio, decía mi abuela y con cero preparación, que es lo más lamentable. Parece que el liderazgo, proactividad y educación sólo son palabras manoseadas y escritas en el currículo por inercia.
Qué ideal sería tener un jefe culto, con al menos un grado académico más que una, porque esa es la otra, se está usando mucho eso de terminar la carrera una vez que ya se está en el cargo. Mal ejemplo para las futuras generaciones que creen que con esfuerzo, dedicación y estudio podrán llegar lejos. ¡¡¡Pamplinas!!!
Es cosa de ver al jefazo de Chile, que revive escritores, da vida a personajes de ficción, alaba al nazismo, cree que en Chile hay tusumanis y marepotos, confirma a la Coca en su cargo y asegura que en Chile se extinguen los leopardos. ¿Qué más podemos pedirle al resto? Frustrante, pero cierto.
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