Hace algunos años, la idea de esperar respuesta automática a cualquier forma de comunicación escrita era tan sólo una fantasía. Un siglo atrás, Jorge Isaacs escribió la historia de Efraín y María, quienes sufrieron la angustia de la distancia entre dos continentes y fueron víctimas de la ilusión, de la esperanza de la carta del amado que no logra llegar a tiempo. Es posible pensar que si en aquella época Internet hubiera existido, tal vez María no habría muerto por la profunda tristeza que le produjo la separación con su compañero. Seguramente hubiera escrito en Facebook, en el muro de Efrain, diciéndole: “te extraño, ven pronto que me muero”; o en Twitter afirmando: “@efrain, si no vienes me muero #abandonada”; o haciendo uso de otras opciones como el messenger de MSN, skype, el correo electrónico, el chat de gmail, el celular, el BlackBerry.
María, por fortuna, tenía la certeza del amor de Efraín y habría sabido que cada mensaje suyo sería contestado por su amado, sin falta.
Hoy, en pleno siglo XXI (como dicen los que se escandalizan por el contraste entre el avance tecnológico y el retroceso humano), no podemos aventurarnos a creer que contamos con la suerte de María. Aunque existen los medios y las formas de comunicación en otros tiempos impensables, la abundancia en las posibilidades multiplica el efecto de la ansiedad frente a la ausencia de respuestas. Antes, al menos, existía la excusa de la dificultad en los medios. Cada carta debía viajar durante meses, por lo general en barco, para luego recorrer la tierra a través de caminos tortuosos hasta llegar a su destino. Se trataba de un viaje, de una travesía epistolar. En el presente, en cambio, si en una semana la respuesta no se hace manifiesta por cualquier medio, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que no existe deseo de comunicación por parte de quien esperamos señales de existencia. Así, cualquier espíritu impaciente puede llegar a desarrollar fácilmente una neurosis obsesiva.
Las formas contemporáneas de comunicación nos ofrecen sutiles contrastes entre la virtualidad y la realidad, cuyas fronteras suelen presentarse angostas y difusas. En el límite, podemos encontrar al hombre, solo en su habitación, sentado frente a la pantalla del computador, mientras observa los más de 500 amigos que tiene en la red social, pero no encuentra a ninguna persona para conversar, para mirar a los ojos, para dar un beso o un abrazo, o al menos un apretón de manos. También podemos encontrar un grupo de amigos, sentados en un bar, cada uno conectado a algún tipo de tecnología de comunicación, con tal intensidad, que no tienen tiempo para compartir entre sí
Tal vez la realidad se ha tornado dolorosa, tal vez las relaciones entre las personas cada día son más difíciles, tal vez la posibilidad de comunicarse evitando la presencia física del otro, se concibe como la mejor opción para interactuar sin comprometerse, sin tener que soportar la mirada que juzga, el gesto inquieto, las manos que se mueven de forma incesante. Sin embargo, y esto ahora parece ser más evidente, cuando las relaciones se establecen desde la virtualidad, la soledad se convierte en la realidad. Por eso, la mayoría del tiempo estaría dispuesto a reemplazar 10 horas de comunicación virtual por 5 minutos de contacto real.
(Entonces mejor apago el computador y me voy a dar un paseo en bicicleta. Mientras hago eso… no te metas en mi FB).
Es realmente cierto, nada reemplaza la calidez del contacto físico, el nerviosismo agregado por hablar frente a frente, sumado a los silencios.
A veces, también se le hace a uno mas fácil decir ciertas cosas por un inbox o en le chat, pero prefiero el ensayo y el error de cada conversación presencial, de cada cita, Gracias por su artículo.
Me agrada mucho la facilidad que tienes para plasmar tus pensamientos a través de la escritura.
Con respecto a tu comentario sobre la comunicación mediada por las tecnologías, estoy de acuerdo en que este tipo de comunicación virtual nunca podrá reemplazar la comunicación «real». Sin embargo en mi caso particular se han convertido en un medio muy eficaz que me ha permitido sentirme más cerca de las personas que aprecio, pues los afanes del diario vivir y circunstancias particulares de la vida me han alejado de estas personas y a través de estos medios de comunicación no solo los siento más cercanos sino que a través de aplicaciones como facebook puedo estar más pendiente de ellas sin que esto se constituya en chisme, porque créeme si me meto en tu facebook, es porque me importas 😀
Profe! Excelente escrito, tiene toda la razón.