Está apareciendo con cada vez mayor persistencia en todos lados un personaje universitario del siglo XXI, que carga un cada vez más barato, eficiente poderoso y bien comunicado computador personal: el estudiante ubicuo. Personaje muy inteligente, que queramos o no, va a gobernar Chile en 15 años más. En el Departamento de Arquitectura de la Universidad Santa María, tenemos ya una buena trayectoria practicando actividades de “outdoor learning” que podría traducirse pedagógicamente como aprendizaje en terreno, y hemos comprobado empíricamente que el aprendizaje se potencia en la naturaleza verde, sobre todo si se le agrega además el aprender haciendo con la resolución de problemas. Junto al profesor Luis Felipe González hemos presentado trabajos sobre este asunto. En el último congreso de la Sociedad Chilena de Enseñanza de la Ingeniería, SOCHEDI, en Valdivia, colocaron el tema de las aulas verdes y el ya conocido estudiante ubicuo; todo esto como una necesidad cada vez más prioritaria de las universidades respecto de las áreas verdes, y la innegable existencia e imparable crecimiento del estudiante equipado con cada vez mejores computadores portátiles, en un mundo cada vez más iluminado por el WI FI.
El concepto principal de la propuesta tiene que ver con el desarrollo de las aulas verdes dentro de los campus universitarios. Vale decir, reconocer al estudiante ubicuo, con su nueva manera de aprender, su interesante capacidad de multitareas, que nosotros, sus profesores, no conocimos en tiempos en que andar y mascar chicles resultaba complicado. Importante es definir en este punto que un Área Verde no es ni pastito ni un matorral, un Área Verde debe estar implementada, equipada y poseer una buena porción de árboles (OMS recomendaba 9 metros cuadrados por persona y ahora la UE recomienda 22m2 por persona). Un aula verde es esto más equipamiento de uso y conectividad. Por otra parte es relativamente fácil ver salas de clases por todas partes, donde un profesor del siglo XX hace clases con un data y una pizarra de plumones, ante un auditorio donde las tres primeras filas algo lo atienden y de allí para atrás alguien duerme, chatea o está en otro universo. La cosa evoluciona más rápido de lo que imaginamos.
Todo esto es para invitar a despertar en el siglo XXI, con un universo mayor de universidades, que además crecen en infraestructura muchas veces omitiendo sus áreas verdes, con estudiantes que aprenden rápido; aprenden eso sí, de otra forma; que escuchan en un “personal” música japonesa,, mientras resuelven en línea entre varios compañeros un problema de física; miran en la tele “Bob Esponja”, chatean con otros amigos, bajan información de la red, juegan, cantan y dibujan con un lápiz en un papel todo al mismo tiempo, y van a ser usuarios felices de la futuras aulas verdes.
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