Un gesto extremo de libertad

Silvio CuneoParece que lo más característico del cine italiano, lo que lo ha acompañado desde siempre, no es el neorrealismo como muchos pudieran pensar, sino la comedia. Y fue Mario Monicelli quien, a fines de los ’50, entendió que la comedia italiana tenía que cambiar, que no podía seguir siendo sólo graciosa y, al mismo tiempo, salvó también al neorrealismo, ya que la nueva Italia -esa del supuesto boom económico- no podía seguir contando historias como “Ladri di biciclette” o “Roma, cittá aperta”. Y entonces Monicelli, con ese olfato que lo caracterizaba, metió completamente la desgracia neorrealista en la comedia. Pero esta comedia era mucho más terrible que el propio neorrealismo, ya que junto a la miseria de los pobres, Monicelli mostró sin censuras la miseria humana.

Fue “I Soliti Ignoti” el inicio de esta nueva comedia. Quizá la escena que mejor grafica este importante momento (de renovación, pero también de subsistencia de la comedia italiana) es aquella en que Totó, ya viejo, enseña a los jóvenes Gasmann, Mastroianni y Salvatori a abrir una caja fuerte. En verdad lo que este viejo comediante enseñaba a estos muchachos era mucho más que abrir una caja fuerte, la metáfora no podría ser más evidente. “Amici Miei” (acto 1, 2 y 3) es para muchos la mejor comedia del cine italiano, y la historia es extremadamente triste. Pero en el fondo de esta amargura y de estos buenos para nada que no saben más que desaprovechar la vida, está la pregunta de si acaso desperdiciar la vida no es también la mejor manera de vivirla. Junto a sus amigos Risi y Scola en “I Nuovi Mostri” denuncia las perversidades de los italianos de fines de los ’70. Comparadas con sus propias películas bélicas como “Cari Fottutissimi Amici”, “Le rose del deserto” o “La Grande Guerra”, parece que la Italia de la guerra no era tanto más espantosa que la de la potencia económica.

No quisiera con estas palabras -que no pretenden más que ser un sentido y sincero homenaje a un hombre que admiro profundamente y que una vez estuve muy cerca de conocer, pero que su mala salud no lo permitió (corría febrero de 2003) y del que hoy lamento su partida- decir que tras la obra de este gran maestro hay sólo pesimismo; antes bien, todo lo contrario. Y vuelvo con esto a “Amici Miei” y de nuevo a eso de que no hay mejor manera de vivir la vida que desperdiciándola, consuelo que nos da oxígeno a los que muchas veces sentimos el peso de nuestras derrotas, frustraciones y fracasos. Pero esa vida, bien lo sabía Monicelli, cuando ya no se puede desperdiciar, pierde el sentido. Y cuando se acaba el sentido, qué mejor que pararse de la cama del hospital, abrir la ventana del quinto o cuarto piso y en un gesto extremo de libertad saltar para comprobar por fin si es cierto todo lo que se dice sobre la muerte.

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