Los argumentos esgrimidos son lo mejor de esta nueva “revolución silenciosa” que Piñera impulsa en su envolvente retórica bajo la ambigua figura de Frei Montalva…ese otro “revolucionario en libertad”. “Está demostrado que los países que así lo han hecho tienen mejores resultados”, “así se hace en los países desarrollados”. Larga y triste tradición tienen estas ideas en las clases políticas latinoamericanas. Larga, porque es la pieza fundamental de la ideología modernizadora que se propaló desde mediados del siglo XIX por unas antiguas aristocracias criollas que ahora hacían de bisagra entre los intereses del capital inglés y estadounidense y la fuerza de trabajo y mercados locales. Triste porque tuvieron como resultado la absoluta desigualdad, pauperización del pueblo y dependencia económica (y por ende política) de las jóvenes naciones, mucho mayor que en la colonia. En una palabra: subdesarrollo.
Lo que funciona para los países desarrollados usualmente no resulta para los subdesarrollados, todo lo contrario, tiende a agravar sus condiciones. Las medidas anunciadas no pueden ser entendidas más que como otra pieza del populismo que hemos visto despuntar este último tiempo, porque todos los ajustes “técnicos” van acompañados de “incentivos” económicos para retiro, mejoras salariales “para los mejores” y bonos para los directores, que quintuplican los actuales… y lo mejor, sin que los montos salgan del bolsillo de los sostenedores. ¿Quién podría resistirse? ¿Así quien se opone al progreso? Un pueblo castigado, desmovilizado y atomizado se olvida de los problemas de fondo por un bono de cuarenta mil pesos. Así estamos.
¿Por qué no dicen Piñera y Lavín qué porcentaje del PIB invierten en educación esos países que quieren imitar? ¿Por qué no nos muestran qué tipo de clases reciben esos niños y jóvenes? ¿Por qué no nos hablan de la distribución del ingreso, de sus “inflexibles” leyes laborales, de los bajos niveles de estrés y enfermedades siquiátricas de su población? Y algo más importante, no nos dicen que en Europa –que es donde miran nuestros gobernantes– a nadie se le pasaría por la cabeza, después de Auschwitz, “mejorar” la educación a costa de reducir horas de Historia. Porque aunque vaya con Ciencias Sociales, Geografía y Educación Cívica, sigue siendo la mantención de la memoria lo esencial de este trabajo, y tenemos cosas importantes que recordar. Tras este “paquete de medidas” hay una buena dosis de indolencia. Bueno, esto era un gobierno de derecha. Elegido por los votos, desde luego. (Otro problema sería entrar a ver qué tipo de información dispone la gente común a la hora de “decidir”, o si a estas alturas, con tanto “marketing político”, hay algún razonamiento previo al voto… pero esto es tema de varias columnas. Aunque intuyo que una buena práctica de enseñanza de la Historia se opone a dichos vicios. ¡No sea que a alguien le interese promoverlos!).
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