Hace unos días me atacaron dos perros en la calle Arlegui de Viña del Mar. De no ser por el bolso con el que me saqué a uno de encima y la patada que le propiné al segundo, habría terminado herido. Juro que no los provoqué. Mi único pecado fue inmiscuirme en sus dominios, pese a que era nada menos que la vereda situada frente a la municipalidad.
Sufrí el ataque cuando iba a buscar el auto que adquirimos hace un mes. Desde esa fecha no ha pasado un día sin ver un perro atropellado en la vía pública. Hay casos patéticos, como el de una cabeza cortada que lleva más de una semana tirada en la Ruta Internacional a la altura de Glorias Navales.
Un catastro municipal publicado por TP arrojó que en el Plan de Viña vagan 200 perros, pero de la realidad de los cerros nadie sabe, auque claramente son muchísimos más. La irresponsabilidad de sus dueños pone en riesgo a los cientos de miles de habitantes de la comuna, exponiéndonos a mordeduras y a accidentes de tránsito que pueden ser mortales para los automovilistas y para los propios animales. Llegó el momento de pensar en medidas legislativas concretas para castigar a los amos irresponsables que dejan sueltos sus canes, porque ellos deben estar en sus hogares o en caniles públicos, pero no arriesgando la vida de inocentes. Así lo han entendido las naciones desarrolladas y para allá debemos avanzar… por el bien de todos.
Es cierto, debemos analizar, resolver como seres con raciocinio para encontrar soluciones ya que ellos son seres que actúan por instinto buscando de comer, de beber, protegerse, cubrir sus necesidades por naturaleza.