Seis por lado

MLotwitterNo había caso al principio. Escupíamos al cielo y todos llegábamos al mismo punto con nuestros despojos salivales. Tirábamos la pelota arriba, pero ninguno la hacía volar más alto que otro. Decidíamos agarrar a pelotazos al “Care Rata” y ninguno, desde 30 metros, erraba. Intentábamos mear con más fuerza que otros, pero el chorro de orina regaba exactamente la misma distancia. Y así, lo que hiciéramos, nos seguía igualando. Doce veces.

Elegir a los capitanes era toda una aventura en la pichanga del día. Lo mismo los equipos. Perdíamos varios minutos, y algunos se impacientaban. Es que entre los 10 y los 14 años todos éramos buenos pa’ la pelota, todos corríamos con fuerza –ninguno aún fumaba- y todos compartíamos el mismo sueño: ser descubierto por algún dirigente del Everton (o del Wanderers, por último) en uno de esos eternos partidos, que comenzaban luego del almuerzo y terminaban justo antes de las noticias.

No faltaba el que quería resolver la disputa a combo limpio. Pasó una vez con el Mauro, que hoy parcha en el Camuvi: llevaba poco tiempo en la cuadra, y el muy huevón tenía tantas ganas de empezar a jugar luego que le pegó flor de patada al Andrés, quien no terminaba nunca de elegir a su equipo. Obvio que el Gutiérrez le iba a responder, y así fue: se armó la grande y por giles ese día los dos se quedaron fuera del partido. Fue la primera y la última vez.

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