Transcurridos ya, casi tres meses desde la derrota electoral ocurrida tras 20 años de gobiernos de la Concertación democrática, en donde aún no deja de sorprender lo incoherente del resultado obtenido, dado que nunca en la historia política de nuestro país, un presidente alcanzó una adhesión ciudadana tan amplia superando al 80 % y un gobierno culminando su período con más de un 60% de aprobación.
Más allá de los análisis, aún persisten verdades no dichas ni al interior de la Concertación, ni menos de los partidos que la conforman. Es más, estos han demostrado una incapacidad absoluta para generar espacios para la reflexión y autocrítica. Por el contrario, pareciera ser que mientras menos instancias de participación existan, más se potencia el rol de aquellos que han asumido el centralismo como un dogma y las decisiones cupulares como una forma de administración natural. Existe en el ambiente una percepción que va cimentando entre líneas la idea que dice que Santiago es Chile.
Cuando se gana se celebra y van quedando atrás los cuestionamientos por los posibles errores cometidos. La autocrítica pasa a segundo plano y se impone la tésis del bien superior. Mentalmente se va creando un ánimo que permite potenciar el logro poniendo los esfuerzos en el rediseño del futuro, valorando el proyecto por sobre los temas pendientes que con el paso de los años dejan de ser oportuno siquiera recordarlos.
Pero cuando se pierde, se requiere de un análisis objetivo y completo- altruista por cierto- pero lo suficientemente claro como para superar efectivamente los problemas y avanzar de manera eficaz hacia una oportunidad nueva de solución, con otras estrategias quizás, distintos diseños y también, porque no, dando oportunidad a la expresión de otros liderazgos y estilos.
Los partidos políticos en el Chile de hoy, se encuentran absolutamente acomplejados, sin capacidad de respuesta y lo que es peor aún, gozan de un profundo desprestigio y descrédito de parte de la ciudadanía. De hecho, se encuentran entre las instituciones menos creíbles según la opinión pública y la actividad política pareciera ser casi un ejercicio inmoral e ilícito. Se cuestionó durante años la ineficiencia producto del cuoteo de la Concertación en el gobierno y vemos hoy la más brutal descoordinación entre los socios de la alianza para empezar a gobernar. Difícil herencia para las nuevas generaciones será la de mejorar la imagen de la actividad política, para que hablar de recuperar la credibilidad y lo que es peor aún la adhesión popular.
En este contexto de las cosas no dichas, se evidencian liderazgos al interior de los partidos políticos cuya fecha de vencimiento expiró hace ya mucho, pero que al pasar de los años, se va generando una suerte de hipoacusia colectiva en donde cada uno busca la mejor manera de auto legitimarse y en consecuencia perpetuarse en pequeños espacios que ya ni siquiera concitan el interés de sus propios miembros. Plantear elecciones internas para elegir directivas en los partidos, resulta casi utópico, puesto que ese ejercicio no se practica y como la naturaleza con sabiduría lo demuestra, “órgano o estructura que no se utiliza, se atrofia”.
Por Fernando Olmedo Jiménez
Magíster en Gerencia Pública
faltando tan pocos diaqs para las elecciones internas no has publicado lista de tus acompañantes tan poco esta tu correo electronico para comunicarse .Saludos